En un año en el que las producciones apocalípticas han colmado las carteleras de medio mundo (y, sin querer ser alarmista, es algo que nos tendría que hacer pensar...), desde la infumable 2012 (Roland Emmerich, 2009) hasta The Road (John Hillcoat, 2009), pasando por El libro de Eli (Albert Hughes, 2010), Infectados (Alex&David Pastor, 2009), la aún pendiente Legión en la cartelera española... parece que no sea de extrañar que un film como Nausicäa en el Valle del Viento sea oportunista y se estrene en nuestras carteleras con el único fin de aprovechar este tirón. No obstante, esta no es la razón de que por fin se estrene en la gran pantalla el segundo film de Hayao Miyazaki. ¿Segundo? Sí, el segundo...
Al igual que Mi vecino Totoro (1988) se estrenaba en España el pasado octubre, seguramente gracias al éxito de otros films del director, como La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) o la más reciente, Ponyo en el acantilado (2008), ahora nos encontramos ante una producción anterior, de 1984, estrenada previa y directamente en formato VHS y DVD con una versión recortada (más bien, mutilada: Nausicäa se llamaba Sandra...), dirigida exclusivamente al público infantil. Así, podemos ahora disfrutar el film original concebido por Miyazaki, lleno de personajes fantásticos, aventuras sin fin y, cómo no, una heroína.
Mil años después de una guerra mundial devastadora, Los Siete días de Fuego, los humanos viven aislados en pequeñas colonias y rodeados de un bosque tóxico, el Fukai ("mar de la putrefacción"), que se extiende irremediablemente por todo el territorio y en el que viven animales mutantes gigantescos que lo protegen de los ataques. El Valle del Viento, una de estas pequeñas colonias, sobrevive gracias a su ubicación y al tremendo trabajo de alerta de sus habitantes, que evitan la polinización de las esporas del Fukai a toda costa. Entre esta población, la querida princesa Nausicäa, valiente guerrera y experimentada piloto, investiga la verdad sobre la existencia del Fukai y los temibles mutantes, siendo una de las pocas personas que creen fervientemente que éstos no son malvados y que la convivencia pacífica puede llegar a darse. De hecho, la profecía dice que un caballero vestido de azul y que caminará sobre el campo de trigo dorado será quien brinde de nuevo la paz y haga prosperar a los humanos...
Miyazaki vuelve (o, mejor dicho, inicia) con su particular manera de darnos consejos. El universo creado en Nausicäa en el Valle del Viento está totalmente pensado para enviarnos más de un mensaje subliminal pero, eso sí, lleno de esperanza. Sin renunciar a explicar una historia en la que caben villanos y héroes, paisajes paradisíacos y desoladores, emotivos momentos pero también acción y lucha... El film avanza secuencia a secuencia adentrándonos un poco más en los valores que, sin duda, debemos preservar según la mirada de Miyazaki: no todo lo desconocido es peligroso; tras la "maldad" humana se esconde el deseo de sobrevivir, el miedo al descontrol; aprendamos a buscar tras la fachada de las cosas, a investigar el comportamiento de las personas y seres vivos que nos rodean; cuidemos la naturaleza, es nuestra aliada. Todo ello gracias al inconfundible estilo de un director que tras décadas de trabajo sigue pensando que la mejor forma de llegar al espectador es "a través del pincel". Y es que la belleza de los paisajes creados por este genio de la animación (a destacar el deslumbrante jardín cultivado a escondidas por Nausicäa, o simplemente las colinas que rodean el Valle del Viento y las asombrosas especies del Fukai) podrían ser ya, claramente, recreados por ordenador (no nos olvidemos del mundo Avatar - James Cameron, 2009), pero, una vez visto el conjunto, hay que reconocer que la inmersión en el film y en su argumento se consigue de igual forma con esta técnica tan simple y tradicional. No nos hacen falta grandes presupuestos para comprender los mensajes que el director nos ha ido repitiendo en el conjunto de su obra. Tal y como destacaba mi compañero Javier Moral en la revisión de Ponyo en el acantilado, Miyazaki nos expone su preocupación por el devenir de la humanidad, interesada más en sus ambiciones, en sus conquistas, sin mirar a su alrededor, a la belleza y realidad que desgraciadamente está obviando cada vez más. Porque la obra de este gran director debe considerarse como tal, un completo conjunto que poco a poco va consolidándole como referente básico en los trabajos de ciencia ficción. Y es que no es de extrañar que Nausicäa en el Valle del Viento sea considerado uno de los cincuenta mejores films del género fantástico-ciencia ficción[1], ni que, por ejemplo, los Ohms (animales gigantescos) nos recuerden a los desagradables pseudo-animales mecánicos marinos de Matrix (Andy&Lana Wachowsky, 1999)
Eso sí, muchos agradecerán que este film sea bastante más comprensible que los posteriores (aunque, vamos, con un poco de esfuerzo el espectador siempre va a ser capaz de comprenderlo) ya que aquí se obvian muchos de los sucesos surrealistas que Miyazaki incluirá en el desarrollo de posteriores historias, para inspirarse ahora en la mitología griega (Nausícaa, personaje que aparece en la Odisea, es la princesa de los feacios, amada por todos por su dulzura y compasión) y centrarse en el desarrollo épico del destino de su protagonista. Por último, destacar las secuencias de apertura y cierre del film, las más poéticas y reveladoras del típico espíritu que Miyazaki plasma en sus historias y, como no, una banda sonora - básicamente electrónica, como regía la época- creada por su inseparable Joe Hisaishi, aunque en aquél momento era casi tan desconocido como el propio director.
Es, por tanto, tan recomendable Nausicäa en el Valle del Viento como la trayectoria completa de Hayao Miyazaki, de obligada revisión tanto por niños como, quizá con mayor énfasis, por adultos. Porque, tal y como nos dice el propio Miyazaki, "Si no tenemos imaginación, capacidad para imaginar realidades fantásticas, estaremos más a merced de una realidad demasiado cruel". El futuro apocalíptico ronda nuestros pensamientos... hagamos todo lo posible para evitarlo.